La economía de Brasil mostró una fortaleza inesperada en el segundo trimestre de 2024, con un crecimiento del PIB del 1.4% en comparación con el primer trimestre, superando todas las expectativas de los analistas. Este sólido desempeño fue impulsado por un robusto gasto de los consumidores, en parte gracias a políticas gubernamentales dirigidas a aumentar los ingresos de los hogares.
El período de abril a junio experimentó un aumento significativo en el consumo familiar, que creció un 1.3%, gracias a medidas como el aumento del salario mínimo introducido a principios de año. Además, la producción industrial subió un 1.8%, y el sector de servicios experimentó un incremento del 1%. Sin embargo, el sector agrícola enfrentó desafíos, especialmente en la región de Rio Grande do Sul, que fue afectada por devastadoras inundaciones, lo que provocó una disminución del 2.3%.
Aunque este crecimiento económico es una victoria política para el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, también ha generado preocupaciones entre economistas e inversores. La rápida expansión ha llevado a temores de que la economía se esté sobrecalentando, lo que podría requerir alzas en las tasas de interés para frenar las presiones inflacionarias. Alberto Ramos, economista jefe para América Latina en Goldman Sachs, destacó que el crecimiento actual podría ser insostenible, impulsado por lo que él denominó «esteroides fiscales».
El sentimiento del mercado ya ha cambiado en respuesta a las cifras del PIB, con tasas swap en contratos con vencimiento en enero de 2026 subiendo 14 puntos básicos. Esto sugiere que los inversores anticipan una política monetaria más restrictiva en el futuro cercano, especialmente con la próxima decisión de política del banco central a mediados de septiembre.
A pesar del crecimiento positivo, la economía de Brasil enfrenta desafíos significativos, particularmente en equilibrar el gasto público con la disciplina fiscal. El déficit presupuestario del gobierno ha aumentado al 10% del PIB, exacerbando las preocupaciones sobre la estabilidad económica a largo plazo. A medida que la administración de Lula navega estas presiones, la credibilidad y la independencia del banco central serán cruciales para gestionar la inflación y mantener la confianza del mercado.
Con las elecciones de 2026 en el horizonte, es probable que la tensión entre el crecimiento económico y la responsabilidad fiscal se intensifique, poniendo tanto al gobierno como al banco central bajo un mayor escrutinio.