La batalla de Argentina contra la inflación de tres dígitos, una de las más altas a nivel mundial, muestra signos de alivio, pero la ayuda para los trabajadores sigue siendo elusiva. A pesar de la desaceleración en el aumento de precios, muchos argentinos luchan mientras sus salarios permanecen estancados y el costo de los bienes básicos continúa aumentando.
En septiembre, la tasa de inflación anual de Argentina se situó en un asombroso 209%, aunque la tasa mensual cayó al 3.5%, el nivel más bajo desde finales de 2021. Esta moderación se alinea con las predicciones de los analistas, que anticipan que la inflación cerrará 2024 en un 124%. Sin embargo, para ciudadanos como el profesor universitario Daniel Vazquez, esto es poco consuelo. “Los precios siguen subiendo, pero los salarios no se mueven”, comentó mientras compraba en Buenos Aires, destacando la creciente disparidad entre costos e ingresos.
El presidente Javier Milei ha implementado un estricto plan de austeridad, reduciendo subsidios en sectores como la energía y el transporte, y recortando empleos en el sector público. Aunque Milei sostiene que este enfoque es la única manera genuina de combatir la inflación, las políticas han profundizado una recesión y llevado las tasas de pobreza a alrededor del 53%.
Para los trabajadores diarios, los costos de los servicios públicos se han disparado, con los precios del agua, la energía y el gas aumentando más del 7% en solo un mes. Los costos de vivienda han casi cuadruplicado en comparación con el año pasado, lo que agrava aún más los presupuestos familiares. Mientras tanto, los precios de los alimentos, aunque están aumentando a un ritmo más lento, siguen siendo significativamente más altos que hace un año, dejando a muchos luchando por mantenerse a flote.
A medida que las políticas de Milei continúan, muchos argentinos se preguntan cuándo llegará el verdadero alivio.