Brasil está realizando ajustes estratégicos en sus planes financieros para 2024, reduciendo su congelamiento de gastos a 13.3 mil millones de reales (2.4 mil millones de dólares) en un intento por mantenerse dentro de sus objetivos fiscales. Este movimiento se produce en un contexto de creciente escepticismo de los inversores sobre el gasto y la disciplina fiscal del gobierno, con un déficit primario ahora proyectado en 28.3 mil millones de reales (5.1 mil millones de dólares).
El Ministerio de Planificación del país anunció el viernes que bloqueará un adicional de 2.1 mil millones de reales mientras descongela 3.8 mil millones de reales, con el objetivo de afinar la gestión presupuestaria. Estos cambios se producen en medio de la disminución de las estimaciones de ingresos extraordinarios, lo que obliga al gobierno a ajustar sus planes de gasto. La administración del presidente Luiz Inácio Lula da Silva inicialmente buscaba equilibrar el presupuesto de 2024, pero ahora enfrenta la probabilidad de cerrar el año con un déficit cercano al rango de tolerancia de 28.8 mil millones de reales.
El Ministro de Finanzas, Fernando Haddad, se mantiene optimista a pesar de las circunstancias desafiantes, enfatizando que la situación está bajo control. Aseguró al público y a los inversores que la posición fiscal del gobierno es mejor de lo que muchos anticipaban. “Nuestros números son buenos, esa es la verdad,” afirmó Haddad tras un evento del viernes en São Paulo.
Sin embargo, las maniobras fiscales del gobierno no han aliviado las preocupaciones de los inversores, especialmente porque Lula continúa abogando por un aumento en el gasto. Estas preocupaciones se intensificaron con los recientes anuncios de créditos extraordinarios para combatir incendios forestales, que, si bien no se incluyen en el cálculo del déficit primario, aumentarán la deuda neta total de Brasil, que actualmente se sitúa alrededor del 62% del PIB.
A medida que Brasil navega por estos complejos desafíos económicos, tanto los observadores nacionales como internacionales están siguiendo de cerca la capacidad del gobierno para lograr un equilibrio entre abordar las necesidades inmediatas y mantener la estabilidad fiscal a largo plazo.